Y la veo a mi lado
  
Hoy me he despertado con el clásico entumecimiento de mis mejillas por que he estado sonriendo toda la noche cuando he estado dormido. Volteo al lado de la cama y la veo a mi lado. Cada día del último año de mi vida, durante las mañanas, cuando me despierto, siento lo mismo cuando la veo, incredulidad. No puedo creer que después de una relación lejana por fin la tenga para mi allí acostada, descansando y desprendiéndose de esa vida tan suya y que sirve para alimentar la mía.



Ella duerme, su respiración suave y firme se puede escuchar, puedo observar la semidesnudez y suave belleza de su cuerpo en la tenue luz del amanecer, quisiera atreverme a algo más en ese momento pero sería romper con algo sacro, algo mágico que le da ese toque particular a mis mañanas desde que ella duerme conmigo.



Nuevamente, como lo he hecho durante todo este año, bajo de la cama y camino hasta su lado para verla de cerca y cerciorarme que es ella y lo es. Siento las tradicionales mariposas en el estómago, aquellas que nunca migran cuando es invierno y que siempre abren sus alas y se echan a volar cuando la veo. Siento en el paladar ese extraño gusto que siempre me ha provocado el tan solo sentir su presencia. Su tez blanca se alcanza a distinguir entre las sombras de la mañana, no quiero despertarla, solo verla, por que en reposo se ve tan frágil y tan sensible y sin embargo es tan diferente cuando esta despierta. La disfruto dormida, de hecho, me grabo su imagen en mi mente y cargo con ella durante todo el día cuando realizo mis labores externas, deseando que las horas vuelen para regresar a casa y verla ahora despierta y disfrutar un momento diferente de magia, por que ella es magia.



Pero en este momento, ella duerme. Sé que el despertarla depara también maravillosas sorpresas, el brillo de sus ojos, su sonrisa tan particular, la flexión de sus labios cuando pronuncia palabras, el tono suave de su voz, su risa fresca, lo dulce y suave de sus manos cuando me toca, su respiración cálida cuando me abraza, la fuerza y delicadeza de su brazos para hacer actividades, su caminar sólido y grácil, su pensar profundo.



Empiezo a preparame para el día de faena, despacio, sin ruido y observándola lo más que se pueda, cada día quiero verla desde un ángulo diferente, desde una perspectiva diferente y fotografiar, imprimir, tatuar, grabar esa imágen en mi mente por el resto del día.



Las horas de trabajo pasan muy lentamente por lo que suelo hablarle varias veces durante el día a través del teléfono, sin embargo, éste distorsiona la hermosa voz que sale de su boca y me causa fastidio, afortunadamente, no distorsiona su pensamiento y éste llega nítido a mis oidos, mente y corazón. Ella es un disfrute absoluto “¿Qué haces amor?” Es la típica pregunta que me viene a la mente y ella me da cualquier respuesta que suena única para mi, no importa que durante la última semana me haya dicho lo mismo. En ocasiones esta trabajando, en ocasiones esta leyendo su correspondencia, en ocasiones esta pensando pero invariablemente siempre esta haciendo algo.



Cuando llega el fin del día corro hacia ella y la veo y la abrazo y nos besamos y todo es perfecto ¿Qué más puede pedir un hombre? La felicidad absoluta me rodea gracias a ella. Los colores son más acentuados desde que estamos juntos. Por primera vez en mi vida he reparado en cosas a las que nunca había prestado atención con anterioridad como la risa de un niño en la lejanía, la sonrisa de mis padres cuando me ven, los abrazos tan cálidos de mis sobrinos, la correspondencia llena de añoranza de mis amigos, lo azul del cielo, la benevolencia del agua.



Cenamos, charlamos, reímos, reflexionamos, recordamos, nos aconsejamos, nos abrazamos, nos besamos, nos amamos y nuevamente vamos a dormir juntos, nos acostamos abrazados y, como ya ha empezado a ser mi costumbre, me quedo con una sonrisa toda la noche que a la mañana siguiente ocasionará que me despierte.



Pero esta mañana fue diferente, súbitamente el sonido no humano ni mágico ni especial sino rutinario y molesto de la alarma del despertador sonó. Desperté y no sentí el entumecimiento de mis mejillas, imaginé el por qué. Me desperezé y me senté de mi lado de la cama no deseando voltear a ver al otro extremo porque sabía lo que iba a ver. Me froté la cara y volví a sentir aquella mancha gris que se me mete en la mente todas las mañanas que inicio esta espantosa rutina de levantarme y prepararme para ir a trabajar.



Decido voltear en dirección al otro extremo del lecho para confirmar lo que pienso entre brumas y veo que no hay nadie y me doy cuenta que ha sido un sueño otra vez, como todos esos sueños que he tenido durante el último año, todos diferentes, pero siempre relacionados entre si. Otra vez me despierto a mi mundo, Semi nunca ha estado allí y dudo mucho que esté. Pero estos sueños que tengo cuando duermo me permiten seguir soñando cuando estoy despierto y soportar la cotidianeidad y soledad que en ocasiones amenazan con derruirme.